La obesidad clínica es un problema metabólico importante, que constituye uno de los principales factores de riesgo en patologías como las enfermedades cardiovasculares o la diabetes de tipo II.

En la actualidad, y aunque la opción preferente son las intervenciones sobre el estilo de vida (como las modificaciones en la dieta y en el régimen habitual de actividad física), contamos con varios tratamientos para los casos más extremos. Estos incluyen no sólo opciones farmacológicas, sino también procedimientos quirúrgicos como la cirugía bariátrica.

Imitar los resultados de la cirugía

La cirugía bariátrica, aparte de suponer una modificación mecánica en la morfología del aparto digestivo, tiene efectos sobre el organismo a nivel metabólico. Específicamente, se producen cambios en la secreción hormonal a nivel gástrico e intestinal.

Los investigadores han desarrollado diferentes fármacos que buscan replicar estos cambios, que entre otros procesos afectan a sensaciones como el hambre o la saciedad. Sin embargo, muchas veces estos fármacos tienen efectos secundarios (siendo el principal fuertes náuseas) que llevan a los pacientes a abandonar los tratamientos.

Ahora, un novedoso estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Siracusa (Nueva York), presentado en la convención anual de la Sociedad Americana de Química y recogido por el portal de noticias científicas Medical News Today ha presentado una opción que podría ayudar a superar este obstáculo.

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