La depresión ya es uno de los grandes males de nuestro tiempo que afecta a más de 300 millones de personas en todo el mundo. A día de hoy, España es el cuarto país de Europa con más casos registrados de esta enfermedad, que podría perjudicar a unos dos millones de personas en nuestro país. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), Alemania encabeza la lista con cuatro millones de afectados, seguido de Italia con más de tres millones y Francia que roza los tres.

Además, en toda Europa la depresión afecta más a la mujeres que a hombres (un 5,1% frente al 3,6%) y la prevalencia es todavía mayor en mujeres menores de 29 años o mayores de 55 y en situaciones de pobreza, desempleo o cuando se consume de forma habitual drogas, tabaco y alcohol.

Según la Encuesta Nacional de Salud, el porcentaje de trastornos mentales como la depresión y la ansiedad en España es del 0,6%. Dos enfermedades estigmatizadas que, a pesar de contar con tratamientos eficaces, solo se trata en menos de la mitad de los casos (un porcentaje que alcanza el 10% en otros países).

La Escuela Nacional de Salud también asegura que en España el 10,7% de la población consume tranquilizantes, relajantes o pastillas para dormir (13,9% en mujeres y 7,4% en hombres) y el 4,8% antidepresivos o estimulantes. Un 5,4% acudió al psicólogo, psicoterapeuta psiquiatra en el último año.

Cuando la depresión se instala en nuestro entorno y más concretamente afecta a la pareja, la vida en común y la del resto de los miembros de la familia puede verse afectada de forma muy seria. ¿Cómo podemos ayudar y ofrecer nuestro apoyo al otro para facilitar su recuperación?

Antes de dar ningún paso, se debe identificar si realmente la pareja está afectada por este trastorno o su actitud podría deberse a otros motivos que tienen más que ver con su situación sentimental o personal. Estos son algunos síntomas que podrían ponernos sobre la pista de un episodio de depresión:

– Pérdida importante del interés o capacidad de disfrutar de las actividades que normalmente eran placenteras.

– Ausencia de reacciones emocionales ante acontecimientos que habitualmente provocan una respuesta.

– Presencia de enlentecimiento motor.

– Pérdida marcada del apetito.

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