«Te operan el estómago, pero no la cabeza ni el corazón». Federico Moya llegó a pesar 187 kilos y ahora está en menos de la mitad después de un largo peregrinaje cargando con el estigma: «Entras por muchas consultas y, nada más verte, sin saber ni siquiera a lo que vas, ya tienen la frase: ‘Cierra la boca y anda’».

«Esto empieza en el vientre materno», dice a Efe el secretario de la Asociación Bariátrica Híspalis Nacional, Asociación de Pacientes Bariátricos y Obesidad, desde la que trabaja codo con codo con las sociedades científicas dedicadas al estudio de la obesidad para que las instituciones y la sociedad la reconozcan como una enfermedad crónica.

Deportista nadador de los 6 a los 12 años

Federico empezó a nadar a los 6 años y llegó a entrar en competiciones escolares, pero las dos décimas que le separaron de un certamen nacional le hicieron colgar el bañador a los 12. Ahí empezó: «Nadie te enseña que, si hasta entonces habías comido así, a partir de ahí tenías que empezar a hacerlo de otra manera», relata.

La muerte de su madre

Y en 2008, cuando falleció su madre, «vino el ‘boom’. Me llegué a comer 18 donuts con dos litros de Coca Cola, y eso el lunes, el martes,

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