Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), aproximadamente 34 millones de niños en todo el mundo sufren problemas de audición. Lo reseñable, además, es que el 60% de esta pérdida auditiva en la niñez se podría evitar o reducir prescindiendo del uso de juguetes con una intensidad de sonido más alta de lo debida, ya que los más pequeños son uno de los grupos más vulnerables a los efectos de los ruidos.

Los especialistas advierten que esta pérdida auditiva no se produce de forma inmediata, sino que se trata de un proceso acumulativo que se manifiesta a lo largo de los años y genera daños a largo plazo. “El resultado de los juguetes ruidosos afecta sobre todo a los jóvenes que, en su infancia, han jugado con objetos que tenían unos niveles de decibelios superiores a lo recomendado y les ha pasado factura al cabo de los años”, asegura el doctor Juan Royo, jefe de Sección de Otorrinolaringología en el Hospital Clínico Universitario Lozano Blesa de Zaragoza.

Por su parte, María Ruiz, responsable de formación de AG Bell International, asociación que trabaja para mejorar la calidad de vida de las personas con sordera e hipoacusia, recuerda que “en materia de salud auditiva del niño, la responsabilidad corresponde a los progenitores” e insiste en que muchos juguetes pueden dañar de forma irreversible la audición de los niños si el volumen emitido supera los 80 decibelios (dB).

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