Forma parte de la vida, sin embargo, para la mayoría de las personas la muerte de un ser querido es un trance muy duro de asumir y gestionar en en el que se atraviesan, además, varias etapas en una especie de montaña rusa donde afloran todo tipo de sentimientos.

Según Andrea Doreste psicóloga de MGC Mutua, «una situación como esta se caracteriza por un período inicial de aturdimiento, de incredulidad, en que no acabamos de asimilar que nuestro ser querido ya no está porque ha fallecido tras una grave enfermedad o un accidente o cualquier otra situación, lo que da paso a una serie de sentimientos donde se mezclan tristeza, rabia, añoranza y desesperanza, en la que prevalece, en muchas ocasiones, una sensación de impotencia».

Y añade, «hay personas capaces de gestionar bien la pena, pero la inmensa mayoría se aísla, se retrae y tiende peligrosamente a caer en un estado depresivo grave”.

La especialista aborda las distintas fases por las que atraviesan los familiares ante el duelo de un ser querido, que van desde la negación “en la que se produce un rechazo a la situación de modo que negamos el suceso y evitamos encarar la realidad”, pasando por la cólera ante la cruda realidad que se muestra tozuda y se impone, provocando la ira ante la situación acaecida,

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