Existe una frase, a menudo atribuida al político, científico y filósofo estadounidense Benjamin Franklin, que postula que la muerte y los impuestos son las dos únicas certezas que tenemos en la vida. Y aunque periódicamente se destapen casos que ponen en entredicho la segunda de esas dos premisas, la primera permanece, por ahora, sin discusión posible. Se podría añadir también que, siempre que no se alcance tempranamente el destino ineludible, es igualmente inevitable el camino hacia él: el envejecimiento.

Sin embargo, envejecer ya no es igual que en los tiempos de Franklin. Los avances científicos han hecho evitables muchos males que antaño hacían más doloroso el paso de la edad y nos han dado algo de tiempo extra; y el modo en que la sociedad y el entorno tratan la vejez han cambiado. Así, cabe preguntarse qué deparará el futuro a quienes ahora afrontan ese proceso irreversible que es hacerse mayor.

«El envejecimiento empieza cuando nacemos»

Lo primero que necesitamos para entender cómo las personas transformamos colectivamente la manera de envejecer es establecer qué entendemos exactamente por envejecimiento y delimitar las fronteras de las disciplinas que lo estudian.

Como explica a 20Minutos Domingo Palacios Ceña, doctor en Ciencias de la Salud de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid,

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