En algunas regiones tropicales como la Amazonia, la Cuenca del Congo y el Sudeste Asiático, la cifra de madera ilegal se eleva y puede llegar a representar entre el 50% y el 90% de la producción. Este lucrativo negocio, que mueve más de 22.000 millones de euros al año según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, es el primer delito medioambiental en el mundo y una de las principales causas de la deforestación de los bosques que dan oxígeno a la Tierra.

Uno de los pulmones más importantes del planeta es la Amazonia, sus bosques capturan el 25% los gases de efecto invernadero, y su conservación es clave para seguir luchando contra los efectos nocivos del cambio climático. «El antiguo Código Forestal de Brasil, vigente hasta 2012, establecía que los propietarios de tierras privadas situadas en los Estados ubicados dentro de la región amazónica podían explotar hasta un 20% de las mismas y conservar el 80% restante con carácter de reservas legales destinadas a la preservación de la naturaleza», explica Miguel Ángel Soto, responsable de la campaña de bosques de Greenpeace España.

Pero en 2012 se revisó aquel Código Forestal. Desde entonces, los estados amazónicos pueden reducir ese requisito de reserva legal de un 80% a un 50%. Y la laxitud de los controles ambientales con el Gobierno de Bolsonaro al frente de Brasil han terminado de empeorar la situación en las tierras de la Amazonia.

La Amazonia captura el 25% los gases de los efecto invernadero. Su conservación es clave para seguir luchando contra los efectos del cambio climático

Globalmente, tampoco hay mejores noticias. Desde 2016 ha habido un repunte de la tala ilegal y el tráfico clandestino de maderas tropicales representa el 80% del volumen total de movimiento sin control de especies silvestres en el mundo. Esto no solo favorece la degradación forestal, sino que también causa daños a las comunidades locales y priva a los países productores de miles de millones de euros en ingresos.

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