Realizar un trasplante es en muchas ocasiones una cuestión de tiempo. La rapidez entre que el órgano está disponible y la persona se somete a la operación es clave para que tenga éxito. En el caso de un trasplante de hígado, se requiere que el órgano no pase más de doce horas fuera del cuerpo; o eso se pensaba hasta ahora. Una nueva tecnología permite conservarlo al menos tres días, como se ha demostrado con un paciente que sigue sano un año después de haber sido trasplantado.

El hígado usado habría sido descartado en un procedimiento tradicional, pero fue tratado y hoy ha permitido que un enfermo pueda hacer vida normal. Para ello se usó una tecnología que aún requiere de más ensayos antes de pensar en su uso habitual, pero que abre una ventana para «aumentar el número de órganos trasplantables, así como reducir las listas de espera y, sobre todo, salvar muchas vidas».

Así lo explica a Efe una de las firmantes de la investigación que publica hoy Nature Biotechnology, Lucía Bautista Borrego, del Hospital Universitario de Zúrich. Cada vez es mayor la diferencia entre la demanda de trasplantes de hígado y el número de los disponibles, además como la práctica clínica consiste en almacenarlos durante no más de 12 horas en hielo,

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