El caso era el siguiente: un adolescente de 15 años pierde el control y llega a jugar hasta 18 o 20 horas al día a Fortnite. Apenas se relaciona o duerme; pasa noches en vela haciendo «kills». El videojuego, uno de los más exitosos entre niños y adolescentes, llegó a ser tan importante en su vida que sus amigos dejaron de verle, igual que los profesores de instituto. Llegó un momento en que el absentismo escolar era total y la irritabilidad, casi la única forma de relacionarse.

Esta dependencia absoluta no ocurrió de repente. Empezó dedicándole unas horas hasta que, poco tiempo después, el videojuego -cuyo único objetivo consiste en matar y sobrevivir- fue invadiendo más y más parcelas de su vida. El Fortnite se convirtió en lo único importante. «Las preocupaciones del chico giraban en torno a los retos del videojuego, a las pantallas en las que se había quedado, lo que le quedaba por hacer…», detalla a 20minutos.es Matías Real, uno de los especialistas encargados de la recuperación del joven en el hospital provincial de Castellón.

El caso, aunque se ha hecho público hace unos días, llegó a sus manos en 2019, cuando la familia, consciente de que el juego había dominado totalmente la vida del adolescente,

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