La frenética carrera de la industria farmacéutica para desarrollar nuevos tratamientos contra el cáncer empieza a adquirir tintes de burbuja. Así lo alerta, sin mencionar la palabra, un informe presentado por el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Ghebreyesusla, en la 144ª reunión de su Consejo Ejecutivo. El trabajo, sin dejar de reconocer los avances logrados en la oncología, dibuja un escenario dominado por una imparable espiral al alza de recursos destinados a la investigación, precios y presupuestos de los sistemas sanitarios absorbidos por unos tratamientos cuyos beneficios reales sobre la salud de la población no siempre están contrastados. La OMS concluye que es necesario que farmacéuticas y Gobiernos revisen en su totalidad el sistema de fijación de precios para evitar que los fármacos sean cada vez menos asequibles y accesibles para los enfermos.

Dos ideas impregnan el inicio del informe: el cáncer sigue siendo uno de “los mayores retos” para la salud pública global —9,6 millones de fallecidos y 18,1 millones de nuevos diagnósticos en 2018— y el impacto sobre la población es muy desigual. Mientras “más del 80% de niños con cáncer en los países ricos logran curarse”, en aquellos con rentas medias y bajas ese porcentaje “es del 10%”.

Unas diferencias que los elevados costes amenazan con agravar si Gobiernos e industria no logran acordar nuevas políticas de precios, ya que “las actuales no han derivado en resultados acordes con los objetivos políticos y económicos” propuestos. “Los precios y costes de varias medicinas contra el cáncer superan a menudo las decenas de miles de dólares [y euros] al año por paciente”, unas cantidades “muy superiores” al dinero destinado “a tratar otras enfermedades”.

La OMS pone el foco, además, en la falta de revisión de la efectividad real de algunos fármacos. “Pese a las mejoras en salud, supervivencia, calidad de vida y modelo de atención al paciente” logrado con algunos tratamientos, “la literatura indica que una considerable proporción de terapias dirigidas que se han aprobado en los últimos 15 o 20 años solo muestran mejoras en objetivos secundarios [como el tamaño del tumor] sin mejorar la supervivencia ni la calidad de vida”.

 » Más información en elpais.es