La crisis climática ha alcanzado tal dimensión y rapidez –2019 encadena máximos de temperaturas mes a mes mientras se suceden olas de calor y sequías– que ya no basta con fijarse solo en un sector para intentar dejar el calentamiento dentro de unos límites manejables. No será suficiente con reducir o suprimir del sector energético los gases de efecto invernadero, que según la mayoría de los científicos están detrás del cambio climático. Hacen faltan cambios profundos en otros sectores como el de la producción de alimentos mundial y la gestión de los suelos, y también en las dietas.

Esta conclusión recorre todo el informe especial sobre cambio climático y tierra del IPCC, el panel internacional de expertos que asesoran a la ONU. El análisis, que se ha presentado este jueves en Ginebra (Suiza) y en el que han participado 107 expertos de 52 países, apunta a la necesidad de cambios para combatir la deforestación, la desertización y el derroche. Solo el desperdicio de alimentos, resalta el estudio, es responsable de entre el 8% y el 10% de todas las emisiones de efecto invernadero que genera el ser humano. Entre el 25% y el 30% del total de alimentos producidos en el mundo se pierde o se desperdicia, resaltan los expertos de la ONU en su informe.

El IPCC apunta a los beneficios en la lucha contra el cambio climático de las «dietas equilibradas» basadas en alimentos de origen vegetal, como cereales secundarios, legumbres, frutas y verduras. Se incluyen también alimentos de origen animal, pero producidos de manera sostenible con bajas emisiones. «Algunas opciones dietéticas requieren más tierra y agua», ha explicado Debra Roberts, una de las científicas que ha coordinando el estudio, «y provocan más emisiones de gases».

Hace 10 meses, en octubre de 2018, otro informe del IPCC sacudió el mundo. Porque los científicos advertían de que el ser humano se estaba quedando sin tiempo para poder cumplir con el Acuerdo de París,

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