La noche del jueves, un médico, un enfermero y un celador esperaron durante dos horas, a seis grados, en el número 168 de la avenida de la Institución Libre de Enseñanza, en Madrid capital. A alguien se le había olvidado llevar las llaves a tiempo para abrir el servicio de urgencias de atención primaria (Suap) de la zona, en el centro de salud García Noblejas. Estuvo cerrado hasta las 22.35. “No es la primera vez que sucede”, denuncia un profesional que trabaja allí. “Pero el problema no es quedarse dos horas un día o una noche en la calle, el problema es la magnitud de lo que sucede”, critica.

Lo que ocurre es que ese “olvido” deja sin urgencias de atención primaria a más de 550.000 habitantes de la zona, que quedan cubiertas con un médico y un enfermero: 150.000 del distrito de San Blas-Simancas, 150.000 del barrio de Salamanca, 50.000 del distrito de Barajas y 200.000 del distrito de Ciudad Lineal.

Esto sucede desde que cerraron, de lunes a jueves, las urgencias de los centros de Barajas y de Doctor Esquerdo. “Desde entonces se acumula todo en García Noblejas”. De viernes a domingo, que abren esos otros dos centros, cubren algo menos de población: 350.000 habitantes. “En fin de semana atendemos con dos médicos y dos enfermeros de día y un médico y un enfermero de noche”.

En el Summa (el servicio de urgencia médica de la Comunidad), del que dependen estos centros, apuntan que la actividad se va regulando según la demanda: “Se analiza periódicamente y se van modificando los retenes. Si por ejemplo se calcula que en agosto va a haber un centro que va a tener más afluencia, se refuerza. O al revés, si sabemos que se van a reducir los pacientes, se retira personal… Se va jugando un poco”.

Esto, para quienes trabajan en esos centros, genera un “vacío asistencial” que les preocupa. “Por ejemplo, entre el distrito de Fuencarral El Pardo y San Fernando de Henares, en una franja geográfica muy importante,

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