Ningún país en el mundo ha alcanzado todavía los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030, aprobada en 2015 por la Organización de Naciones Unidas (ONU) para acabar con la pobreza y los daños medioambientales. Lo refleja el informe Sustainable Development Report 2019, publicado el pasado verano por la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible (SDSN), cuyo objetivo es analizar el grado de cumplimiento de los ODS en todos los países del mundo. Aún hay tiempo. La cuestión es si hay esperanza de que en los próximos once años se alcancen esos objetivos y de qué depende el éxito de tan ambiciosa misión.

Para José Antonio Liébana, profesor de la Universidad de Granada en el Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación que imparte desde hace años la asignatura ‘Intervención en un consumo responsable y salud’, aún hay esperanza. Y todo pese al proceso lento y contradictorio que se está siguiendo a nivel global. “Hay que tener en cuenta que la propuesta de objetivos es muy amplia y ambiciosa –lo que la hace atractiva– pero dificulta más su logro”, dice. Además, según Liébana está la cuestión de lo que cada país considera prioritario, hasta dónde pueden llegar y qué camino deciden trazar para lograr el objetivo. También que las medidas a tomar muchas veces no dependen del interés del ciudadano sino de entes más poderosos, cuya meta no siempre es el bienestar de las personas sino el beneficio económico. ¿Qué se está haciendo contra la inacción política e institucional? ¿Somos realmente conscientes del impacto que tienen las formas de consumo actuales? ¿Podemos hacer algo las familias desde el lugar que ocupamos?

Criar en la cultura del consumo

Cuando en el test de embarazo aparecen las dos rayitas rosas se pone en marcha un extraño mecanismo interno que nos empuja de manera inevitable a consumir. Queremos que no le falte nada a nuestros retoños –aunque muchas veces no sepamos muy bien qué es lo que realmente necesitan–,

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