La cosmética no deja de reinventarse y, a la espera del ansiado ‘elixir de juventud’, la industria busca nuevas fórmulas que, a pesar de que todavía no puedan evitar o revertir el envejecimiento de manera definitiva, al menos nos hagan sentirnos bien y provocar emociones positivas cuando las usamos.

Este es el caso de la psicocosmética o la neurocosmética, una tendencia muy de moda en los últimos años y que promete, además de efectividad en la piel, incrementar la sensación de bienestar y felicidad cuando usamos sus productos.

Los creadores de los neurocosméticos afirman que sus productos van mucho más allá del cuidado de la piel, es decir, que no sólo actúan en la piel, que es donde se aplican, sino que, gracias a que logran conectar la piel y los núcleos cerebrales, incrementan las sensaciones de bienestar de quienes se aplican el producto. Este bienestar repercutiría en nuestra piel, pues aseguran que el estado de nuestra piel es un reflejo del nuestro estado de ánimo.

Para conseguir estos efectos positivos más allá de la piel, utilizan lo que se conoce como ‘fórmulas sensoriales’ a través de perfumes, colores, texturas… que influyen en los sentidos del tacto, olfato y vista. Estas fórmulas contienen además ingredientes psicoactivos que actúan inhibiendo o aumentando la liberación de determinadas sustancias,

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