En unos momentos en que todo parece girar en torno a la pandemia, podemos pensar que la vida se para. Después de todo, hemos dejado de hacer la mayor parte de las cosas que llenaban nuestros días y, a veces, nos embarga la extraña sensación de que el tiempo no pasa.

Pero, lógicamente, esta es una percepción errónea que pueden atestiguar bastante bien todas las embarazadas. Sus bebés siguen creciendo en sus vientres, y para muchas el parto tendrá lugar en medio de la pandemia.

A las incógnitas que habitualmente rodean el acto del nacimiento, se añaden ahora nuevas incertidumbres por la crisis del Covid-19. Incertidumbres sobre cómo va a afectar a sus partos la saturación de los servicios sanitarios o cuál es la mejor manera de actuar. Muchas gestantes a punto de dar a luz están viviendo muy angustiadas la etapa final de sus embarazos.

Derecho a una experiencia de parto positiva

Para colmo, los protocolos cambian de la noche a la mañana, y en algunos hospitales las mujeres son obligadas a parir en soledad o son separadas de sus bebés nada más nacer.

Estas prácticas van en contra de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Este organismo especifica que todas la embarazadas, incluso cuando se sospeche o se haya confirmado que tienen la COVID-19, tienen derecho a tener una experiencia de parto positiva, es decir:

– Ser tratada con respeto y dignidad.

– Estar acompañada por una persona de su elección durante el parto.

– Comunicación clara del personal del servicio de maternidad.

– Estrategias adecuadas de alivio del dolor.

– Movilidad en el trabajo de parto, de ser posible, y elección de la postura del parto.

Ante esta situación, algunas intentan buscar desesperadamente algún profesional que les atienda el parto en casa. Incluso las hay que retrasan tanto el momento de ir al hospital que tienen a sus bebés en el camino.

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