A principios de abril, había en el mundo 20 proyectos para conseguir una vacuna que frenase la Covid-19. Un mes y medio después ya son 110 en fase preclínica y ocho se encuentran en fase clínica probándose ya en humanos, según los datos recogidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS) a 15 de mayo. Este grupo adelantado se ha convertido en una batalla entre laboratorios chinos y aquellos que se encuentran en Estados Unidos. Pekín sostiene que tiene cinco líneas de investigación y que en julio estarán en fase 2; a la vez, Moderna, una empresa de Cambridge (EE UU), presentó «resultados positivos provisionales» en fase 1.

Los responsables de la compañía quisieron ser muy cautos en su anuncio. Es el primer paso en humanos donde se busca si el mRNA-1273 (nombre de la vacuna) tiene algún efecto secundario en los voluntarios. En este caso, solo detectaron un pequeño enrojecimiento. El proyecto con humanos comenzó el 16 de marzo. A 45 personas sanas se les inyectó la misma vacuna en un estudio dirigido por el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAD, en inglés) de Estados Unidos. Fueron diferentes dosis de 25, 100 y 250 microgramos. A las dos semanas se dio otras dosis.

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Los resultados de los primeros ocho pacientes se recibieron el lunes. «Lo fundamental es que, no solo han generado anticuerpos sino que estos son neutralizantes contra el virus. Garantizan la inmunidad», explicó el director de esta investigación, el madrileño Juan Andrés, en el programa ‘Herrera en Cope’.

La rapidez de este estudio radica en dos aspectos. Por un lado, en lugar de esperar a conocer el ADN del SARS-CoV-2, decidieron apostar por el ARN mensajero, esto es, la información del propio cuerpo humano. En segundo lugar, la firma Moderna, gracias a su colaboración el Gobierno estadounidense en el estudio de pandemias, pudo iniciar los primeros experimentos en enero.

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