La tortilla ha dado la vuelta. Desde el pasado día 26, se han registrado más nuevos casos diarios de coronavirus fuera de China que en el gigante asiático. Y la diferencia va en aumento. El pasado lunes, la segunda potencia mundial informó de 206 nuevos contagios, mientras que en el resto del mundo se identificaron 1.598; este martes, frente al rápido crecimiento en el número de infecciones que tanto preocupan en países como España o Italia, China registró solo 129, el número más bajo desde que empezó a ofrecer datos diarios a finales de enero. En esta coyuntura, China ha comenzado a importar casos del SARS-CoV-2: concretamente, trece personas procedentes del extranjero entraron en su territorio con el coronavirus.

Por eso, las autoridades chinas decidieron tomar medidas. Aunque en un principio el Gobierno de Pekín criticó que países como Estados Unidos restringiesen la entrada de residentes chinos, ahora muchas de las ciudades chinas obligan a que aquellos que hayan estado en zonas «con brotes serios» a someterse a una cuarentena de 14 días. Es una formulación vaga que no especifica concretamente cuáles son las zonas que se consideran de riesgo, pero en Shanghái, por ejemplo, todos los llegados de Italia, Corea del Sur, o Irán son obligados a permanecer encerrados en sus casas durante dos semanas o, en el caso de que sufran algún síntoma, a ingresar en un centro de aislamiento.

Otras localidades, como Dandong, que está en la frontera con Corea del Norte, van a ir más allá y realizarán pruebas del coronavirus a todos los que hayan llegado antes del pasado 12 de febrero. Quienes se hayan registrado a partir del 28, deberán trasladarse a hoteles designados para realizar pruebas, y serán sometidos a cuarentena en esos mismos establecimientos en caso de que haya alguna duda.

En Qingtian, el pueblo de Zhejiang del que procede la mayor parte de los chinos que residen en España,

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