La inmunidad es uno de los grandes objetivos en la lucha contra la actual pandemia. Y hay varios caminos para alcanzarla. Uno de ellos es el estudio de otros coronavirus, agresivos o menos problemáticos como los catarrales, y ver qué respuestas generó el cuerpo para combatirlos anteriormente. Al menos dos líneas de investigación se han centrado en este objetivo. Uno de estos estudios ha sido publicado en la revista ‘Cell’ y otro ha sido colgado en el portal ‘medRxiv’ sin revisión de pares. Ambos inciden en las bondades de las células T, que forman parte del sistema inmunitario y se forman a partir de las células madre en la médula ósea.

El primero de ellos, y el más importante, es el que ha realizado el Instituto de Inmunología de La Jolla (San Diego, Estados Unidos) dirigido por Shane Crotty y Alessandro Sette. Sus investigaciones sostienen que algunas personas pueden poseer cierta inmunidad porque ya estuvieron infectadas con otros patógenos y generaron ciertas defensas. Puede ser el de un simple catarro. Básicamente, las defensas se encienden al reconocer al enemigo, aunque sea una parte pequeñísima de él. Incluso aseveran que entre cuatro y seis personas de cada diez poseen esta protección. Un dato que explicaría los motivos de por qué tantas personas han padecido la enfermedad sin enterarse o la han sufrido con síntomas muy leves.

El equipo dirigido por Sette y Crotty se basó en la respuesta que ofrecen los linfocitos T frente al coronavirus, usando herramientas de bioinformática. Estas células T tienen dos vertientes defensivas contra los agentes malignos. Por una parte, las células T auxiliares se encargan de estimular a las células B y otros actores inmunes para que estén ojo avizor ante el virus. Luego están las células T asesinas que, evidentemente, destruyen las células infectadas.

LA CIFRA:

2.500

millones de dólares (unos 2.275 millones de euros) es el coste que tiene el desarrollo de un fármaco,  » Leer más