Con apenas año y medio de vida, cuando debe producirse la explosión de habla y de curiosidad de un niño, Álvaro “se apagó”, tal y como explica Magdalena Muchewicz, de 37 años. Pasó de ser un niño que balbuceaba ya sus primeras palabras a no responder a su nombre, dejar de imitar los gestos de su hermana Laura, apenas tres años mayor que él, perder el contacto visual con quienes le rodeaban, quedarse quieto, obsesionarse con colocar las cosas en fila y dar impresión siempre de estar ausente. La familia inició entonces junto a su hijo un carrusel de visitas a expertos y de pruebas que concluyó con un diagnóstico que se resume en tres palabras: Trastorno de Espectro Autista (TEA), que celebra hoy 2 de abril su Día Mundial de Concienciación y que en su caso se desarrolla además sin que a los siete años Álvaro sea capaz de hablar. Lo más probable es que no pueda hacerlo nunca.

Hace una semana, para conmemorar el Día Mundial del Autismo, Laura colgó en YouTube un video que tiene ya cuenta ya más de 50.000 visualizaciones y en el que explica con precisión y claridad cómo es su hermano Álvaro. Ha sido el resultado de un largo proceso de años en el que los dos hermanos han aprendido a conocerse: “Yo preguntaba a mi madre por qué mi hermano ya no quería jugar conmigo, y ella no sabía muy bien cómo explicármelo”. Laura aprendió sobre autismo empezando poco a poco con libros como Mi hermano tiene autismo, al tiempo que su madre se volcaba en que el desarrollo de Álvaro fuera lo más inclusivo posible. Desde los tres años, el niño va al mismo colegio que su hermana, pero él lo hace en un aula TEA donde pueden atender sus necesidades. Por la tarde, acude a un logopeda con el que ha logrado grandes avances con el lenguaje por pictogramas. “Cuando estrenamos este sistema de lenguaje nos daba miedo, porque a él todo lo que suponga un cambio le cuesta mucho.

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