Aunque el apadrinamiento se ha convertido en algo corriente y hoy se pueden apadrinar no solo niños sino ovejas, pingüinos, chimpancés e incluso olivos, no deja de ser insólita la campaña que se ha lanzado ahora para apadrinar plantas de ayahuasca, la conocida liana amazónica que se usa para preparar la bebida alucinógena del mismo nombre.

La iniciativa, que se debe al conocido antropólogo y especialista en estados alterados de la conciencia Josep Maria Fericgla, anima a realizar una aportación económica (60 euros) para sembrar una liana y cuidarla los dos primeros años, que son los más delicados. Convertirse en parte del proyecto Apadrina una ayahuasca incluye un certificado de donación y la posibilidad de, si apadrinas cuatro lianas, gozar de un día de estancia gratuito en la Casa Etno-Ahuano, en la Amazonia ecuatoriana, que es donde se desarrolla el programa de cultivo.

El centro se ha creado “ante la creciente demanda de ayahusca y la necesidad occidental de aprender a usarla correctamente”, según Fericgla, que lleva décadas investigando la planta, para lo que no ha dudado en convivir sobre el terreno con comunidades de los jíbaros shuar y aprender de sus chamanes (experiencias que ha relatado en libros como Al trasluz de la ayahuasca, Los jíbaros, cazadores de sueños o Los chamanismos a revisión). El objetivo de la iniciativa, recalca el estudioso es “cultivar y proveer de ayahuasca a terapeutas capacitados y grupos que buscan la experiencia, sea de la mano de taitas y wuishin indígenas (chamanes) o de terapeutas occidentales capacitados”. Fericgla (Barcelona, 1955) reivindica el uso responsable y trascendente de la ayahuasca, por oposición al consumo lúdico y sin preparación psicológica. Él mismo ha experimentado personalmente con la planta, del grupo de lo que denomina “enteógenos” (empleando la terminología acuñada por el etnobotánico y pionero del estudio de los psicotrópicos vegetales R. Gordon Wasson).

La Casa Etno-Ahuano (Ahuno es el nombre autóctono de esa zona de la selva), conocida anteriormente como Casa Sinchi Sacha antes de adquirirla y rehabilitarla Fericgla —impidiendo de paso que se hiciera con ella una cadena de hoteles—,

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