Con una pamela clara y abrigo a juego, María José Chamizo posa, ojos y boca despiertos, a punto de subir a un coche en la boda de su hermano. Va sola. Su novio está en la mili.

Muchos años después, Santiago Sánchez y María José, Maru, acercan sus cabezas desde algún lugar de vacaciones. “Sería un viaje del Imserso”, observa él ante la fotografía. Ella luce pelo corto con un suave tinte naranja. Tienen dos hijas, cuatro nietos y años de jubilación por delante.

Mría José Chamizo, en una fotografía familiar.Mría José Chamizo, en una fotografía familiar.

11 de diciembre de 2018. Cuando despierta de la niebla de la morfina, los ojos de Maru siguen ahí, expresivos. Firmes. Todo lo demás lo ha cambiado la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), una enfermedad que paraliza progresivamente los músculos hasta la muerte. Dos tubos le nacen del brazo y el vientre en un cuerpo desmadejado que no representa los 67 años que tiene. La grisura se clava en el cabello y la mirada. El temblor de la barbilla indica que desea agua (es decir, que se la pulvericen en los labios, no puede tragar) o que la recoloquen en el sillón articulado.

—¿Quieres vivir?

Santiago se sienta frente a ella. Sostiene un tablero electrónico con letras agrupadas en fondos de colores. Maru dirige la mirada y él trata de adivinar el signo al que su esposa está apuntando. Escribe en una pantalla:

—No.

—¿Qué quieres?

—Quiero morirme.

La e final parpadea en la pantalla azul. Oscurece el pequeño piso de Aluche, un barrio popular de Madrid, donde hay niños guapos que miran desde todas las paredes. Maru sonríe solo cuando vienen los nietos. “Lo que quiere es que aprueben la ley de eutanasia para poder irse“, explica Santiago

—¿Por qué quieres morirte?

Maru mueve la cabeza y encoge un poco los hombros. Los ojos se posan en la manta que la cubre, los brazos que se escurren.

 » Más información en elpais.es