Mosquitos modificados genéticamente volando libres en la naturaleza para acabar con la malaria. No se trata de un sueño científico ni del guion de una serie futurista de televisión, sino de una realidad. El pasado 1 de julio, 6.400 ejemplares machos de Anopheles Gambiae, estériles debido a una alteración en su ADN introducida por el ser humano, fueron liberados en un pueblo de Burkina Faso, en África occidental, por el proyecto Target Malaria. Fue solo una prueba, pero la iniciativa de combatir esta enfermedad que mata a más de 400.000 personas cada año mediante la alteración genética de una especie avanza pese a las reticencias de parte de la comunidad científica y de colectivos ambientalistas.

En el ala derecha de un vetusto edificio amarillo de las afueras de Bobo-Dioulasso, en Burkina Faso, el entomólogo Moussa Namountougou abre con extremo cuidado una puerta. De un solo paso accede al insectario, donde miles de mosquitos son criados por una nueva hornada de científicos burkineses a una temperatura estable de 28 grados centígrados. “Hemos tomado todas las precauciones para que no se produzca ninguna fuga”, asegura Namountougou, “estas instalaciones tienen el nivel óptimo para el confinamiento de artrópodos, avalado por la Agencia Nacional de Bioseguridad”, explica. Mosquiteras, climatización, puertas dobles y trampas: la seguridad es una auténtica obsesión.

La malaria no es una cuestión baladí. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), solo en 2017 afectó a 219 millones de personas y provocó 435.000 muertes, de las que un 90% se produjeron en África, sobre todo niños menores de cinco años. El parásito se transmite al ser humano a través de la picadura de la hembra de varias especies de mosquitos del género Anopheles, que necesita la sangre para madurar los huevos que lleva en su interior una vez ha sido fecundada. El ser humano lleva siglos luchando contra este pequeño gran enemigo con medicamentos, pulverizadores, repelentes, mosquiteras impregnadas de insecticida y, desde hace tan solo unos meses, con una vacuna desarrollada en Mozambique con un importante apoyo español.

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