Madrid es una ciudad rebosante de muertos. El efecto del COVID-19 ha sido tan devastador que el número de fallecidos desde que estalló la epidemia se ha triplicado. Nadie recuerda algo parecido, ni siquiera cuando se produjeron los atentados del 11-M o el accidente de Spanair. Si normalmente Madrid registra 100 difuntos al día, el jueves perecieron unos 385, casi todos ellos víctimas del COVID-19 o sospechosos de serlo.

«Por mucho que se sumen los crematorios públicos y privados, no hay manera de dar abasto», dice una fuente sindical del sector. «En incinerar un cuerpo se tardan cuatro horas, de manera que se amontonan los cadáveres», alega. Por esta y otras causas, algunos crematorios extremeños están incinerando desde hace días a fallecidos de Madrid. La razón no es otra que las funerarias de la capital están saturadas como consecuencia de la pandemia. Iniciativas Alcaesar, que gestiona hornos en Cáceres y Plasencia, y el Tanatorio San Lázaro, que se ocupa del otro existente en la capital del Jerte han confirmado que desde la semana pasada procuran este tipo de servicios. Otras empresas ofrecen al cliente la cremación en provincias limítrofes a Madrid como Guadalajara.

Coche fúnebre a las puertas del Palacio de Hielo.Coche fúnebre a las puertas del Palacio de Hielo. / EFE

Alberto (nombre ficticio) trabaja desde hace 32 años en empresas de servicios funerarios. «Todos estamos trabajando días libres, prolongando jornadas», explica Alberto, quien se felicita de que la Unidad Militar de Emergencia (UME) esté ayudando en el traslado de los cadáveres desde los hospitales y las residencias hasta la morgue del Palacio de Hielo de Madrid. Si no fuera por el Ejército, que dispone de camiones, habría sido muy difícil el traslado de difuntos en coches fúnebres, en el que caben dos cuerpos a lo sumo.

Para este trabajador que desempeña su labor en los Servicios Funerarios de Madrid, empresa de titularidad municipal, lo más duro ha sido ver cómo los familiares no pueden despedirse de sus muertos.

 » Leer más