El retrato de Lucy Wills que hay en la biblioteca del Colegio de Médicos de Edimburgo está muy lejos de transmitir la energía e inquietud que demostró como científica a lo largo de su vida. Muestra a una mujer serena en el jardín botánico al que dedicó el último cuarto de su vida, un retrato privado por el que resulta imposible adivinar que hablamos de una eminente hematóloga que practicaba el esquí de fondo, escalaba montañas e iba a trabajar en bicicleta.

Gracias a la buena educación que primero recibió y a la que más tarde pudo tener acceso, desarrolló una independencia financiera y de pensamiento que la convirtieron en una persona muy crítica con el sistema y con los comités médicos y científicos conservadores de principios del siglo pasado. Esa independencia, capacidad y ansias de conocimiento le dieron, a su vez, todo tipo de oportunidades profesionales que siempre puso al servicio de la humanidad.

Lucy Wills nació en una pequeña localidad cerca de Birmingham el 10 de mayo de 1888. Fue la tercera hija de una familia acomodada y con grandes inquietudes por los estudios científicos: su madre fue la única hija -con seis hermanos- de un conocido médico de Birmingham; su bisabuelo había participado en la Asociación Británica para el Avance de la Ciencia y escribió artículos sobre meteorología y otras observaciones científicas, y su padre estaba particularmente interesado en la botánica, la zoología, la geología y las ciencias naturales en general, así como en el desarrollo de la ciencia de la fotografía.

Gracias a la lucha por la igualdad y a los logros en la consecución de derechos para las mujeres en la época victoriana, Wills fue una de las primeras generaciones de niñas que se benefició de una educación de calidad en ciencias en internados que hasta pocos años antes eran exclusivamente para varones. Asistió al Cheltenham College for Young Ladies y, años después, en 1911, obtuvo la doble licenciatura en Botánica y en Geología en el Newnham College de Cambridge University,

 » Más información en elpais.es