Trece meses después del comienzo de la epidemia de ébola en el noreste de la República Democrática del Congo (RDC), la segunda peor de toda la historia, el brote ha afectado ya a 3.004 personas y ha provocado la muerte a 2.006. Una niña de nueve años ha muerto en la noche del este jueves en Uganda, después de intentar cruzar la frontera desde aquel país el pasado día 28 y dar positivo para la enfermedad. Es la segunda vez que la dolencia penetra en el país vecino.

El Ministerio de Sanidad de Uganda ha asegurado que, al ser detectada en el punto de acceso, no hubo tiempo para que se produjera ningún contacto en el país y ha recordado que el distrito de Kasese tiene experiencia en la gestión de la enfermedad pues hace un mes ya tuvo que hacer frente a los tres primeros casos importados sin que ello supusiera la creación de un nuevo foco. Al igual que el mes pasado, las autoridades han mostrado su confianza en la posibilidad de contener el virus.

La niña y su madre trataron de entrar en Uganda en busca de atención médica, pero los síntomas que mostraba la menor, en concreto fiebre alta, astenia muscular, sarpullidos y sangrado bucal, alertaron a los agentes de salud del puesto fronterizo. La ministra de Salud ugandesa, Jane Ruth Aceng, había asegurado que ambas iban a ser devueltas a la RDC a petición del Gobierno congolés.

Mientras tanto, en la RDC, aunque el brote sigue fuera de control y afecta a tres provincias, Kivu del Norte, Kivu del Sur e Ituri, lo cierto es que el ritmo de contagios ha descendido: si en mayo pasado la media de nuevos casos diarios era de 14, en la actualidad se sitúa en 11. “Podemos decir que la epidemia está estable, pero lejos de ser controlada. El descenso de casos es una buena noticia, pero la aparición de nuevos focos supone un elevado riesgo de expansión territorial”, asegura Llanos Ortiz, directora adjunta de operaciones de Médicos sin Fronteras (MSF).

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