A no ser que una mentalidad pueril haya tomado los mandos del sentido del humor, los eructos no son un tema que tenga una presencia destacada en nuestras vidas. Aunque para algunas personas figuran entre sus preocupaciones más hondas, sin que les hagan ninguna gracia. Sus cuerpos no saben eructar, no tienen la capacidad física de hacerlo, y las ganas de desalojar los gases que se generan en su aparato digestivo se convierten en una dolorosa experiencia que les acompaña cada día. Esta disfunción, que suena a enfermedad rara, no solo es minoritaria entre la población, es que ni siquiera tenía nombre hasta hace unos meses. No fue hasta el pasado mes de marzo cuando el otorrinolaringólogo de Chicago Robert Bastian publicó el primer artículo de investigación que reconoce la falta de eructos como un problema médico, que bautizó con el nombre de síndrome de disfunción cricofaríngea retrógrada.

El artículo apuesta por el uso de bótox para curar a estas personas, una solución respaldada por la experiencia del médico con 51 pacientes. El estudio de Bastian comenzó en 2015, cuando un hombre de Dallas, en una búsqueda desesperada de ayuda, dio con él a través de la web que el doctor tiene sobre enfermedades y lesiones de la laringe. A pesar de no haber tratado esta disfunción anteriormente, el especialista dedujo un tratamiento que parece haber funcionado: inyectar bótox en un músculo del esófago. Tras el pinchazo, el aire sale por fin y, con él, las molestias, la hinchazón y el dolor. Bastian llegó a este remedio gracias a sus años de experiencia en el tratamiento de los trastornos de los esfínteres (los anillos musculares que se abren y cierran en el esófago), y hay un médico que ha siguiendo su ejemplo en España.

Más de 7.000 personas buscan ayuda en internet

Ahora parece una solución sencilla, pero el camino hasta ella ha sido una pesadilla para muchos afectados, cuyas vidas distan de ser normales: basta imaginar el sacrificio de pasar todo una jornada universitaria sin comer para evitar que se produzca un sonido que parece un concilio de ranas en medio de la silenciosa clase,

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