La cura de la hepatitis C no protege para contagios futuros. Un estudio efectuado en la Comunidad de Madrid con datos de las personas que estaban infectadas –y diagnosticadas– por VIH y el virus hepático ha demostrado que alrededor del 0,7% volvieron a contraer la hepatitis C poco tiempo después de acabar el tratamiento que les curó de la enfermedad (los nuevos antivirales se empezaron a administrar en noviembre de 2014 y el estudio cerró el recuente el 31 de diciembre de 2018). El trabajo lo ha publicado la revista AIDS. Ambos virus aparecen con frecuencia simultáneamente en las personas ya que las vías de transmisión son las mismas: actualmente, sexo sin protección y compartir jeringuillas (antes había casos por transfusiones o trasplantes, pero estos se evitan con facilidad actualmente).

La muestra recoge los datos de 21 de los 25 hospitales de la comunidad, y es un estudio que revisa los casos de personas que recibieron la cura de la hepatitis C desde noviembre de 2014, explica Juan Berenguer, del servicio de Infecciosas del Hospital Gregorio Marañón de Madrid y primer firmante del trabajo. Cuando se desglosan los datos por vía de transmisión se ve que de los porcentajes de reinfectados varían enormemente: de las 1.636 personas que se incluyeron en el trabajo, se reinfectaron el 0,34% de quienes se definían como consumidores de drogas (5 de 1.459) y el 6,78% (12 de 177) de quienes se incluyeron en la categoría de hombres que tienen sexo con hombres (HSH).

De los usuarios de droga tradicionales que volvieron a adquirir la hepatitis C, cuatro admitieron que se habían inyectado con posterioridad, y uno murió antes de que se acabara la recopilación de datos.

Entre los HSH, la tasa se acerca “a las más altas de Europa”, dice Berenguer. Los 12 que se reinfectaron comunicaron que habían mantenido sexo sin protección con varias parejas, 7 de ellos indicaron que habían participado en sesiones de sexo prolongadas por el uso de estupefacientes y generalmente en grupo (lo que en el argot se denomina chemsex)  y cuatro recurrieron a drogas inyectadas (mefedrona o metanfetamina) durante las relaciones (slam).

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