La malaria es una de las enfermedades más antiguas de la humanidad: afecta a cerca del 40 % de la población en países en vías de desarrollo y mata cada año a cerca de medio millón de personas, la mayoría niños.

El parásito responsable es un protozoo del género Plasmodium. Los protozoos necesitan explotar los recursos de un huésped al que causan daño para completar su ciclo de vida pero, a diferencia de virus como el responsable del COVID-19, son células complejas con núcleo y capacidad autoreplicativa. Sin embargo, ambos microorganismos tienen algo más en común.

Un estudio reciente indica que un receptor celular denominado CD147 (Basigina) y que le permite a Plasmodium invadir las células sanguíneas humanas también sería una vía de entrada a las células para el SARS-CoV-2. Se trata de un trabajo no publicado que han llevado a cabo investigadores chinos, todavía pendiente de revisión.

En los últimos años se han desarrollado pequeñas moléculas y anticuerpos monoclonales para bloquear la invasión que se podrían aplicar aquí, aunque su eficacia contra este virus y su especificidad aún no está demostrada.

La cloroquina, un medicamento contra la malaria

La cloroquina –y su derivado la hidroxicloroquina– es un fármaco antipalúdico que se ha utilizado de forma efectiva en la prevención y el tratamiento de la malaria desde que comenzara a comercializarse en 1945. Actualmente está en desuso y la OMS recomienda los derivados de la artemisina.

Debido a que la cloroquina es un fármaco muy barato, accesible y muy efectivo, su uso prolongado y masivo en muchos países del mundo ha conducido a la aparición de cepas del parásito resistentes. Solo se considera aún efectiva en algunos países de América Central y el Caribe.

¿Cómo derrota la cloriquina al parásito? Cuando el Plasmodium se encuentra en el interior de los glóbulos rojos degrada la hemoglobina para adquirir los aminoácidos esenciales.

 » Leer más