La crisis social desatada por la epidemia de coronavirus ha hecho posible el milagro. La paralización de muchísimos vehículos particulares por el confinamiento domiciliario de gran parte de la población ha desplomado los registros de contaminación en las grandes ciudades españolas. Los ha llevado a sus mínimos históricos.

Los cinco días transcurridos desde el decreto del estado de alarma han dejado claro, por si alguien aún lo dudaba, que la quema de combustibles fósiles provocada por la circulación de automóviles es la principal responsable de las altas tasas de contaminación urbana en España. Pese a que siguen encendidas las calefacciones y funciona el transporte público, desde que comenzaron las medidas para cortar el contagio del coronavirus, que llegaron el domingo a su culmen con la prohibición de salir de casa salvo que sea indispensable, los niveles de polución en Madrid y Barcelona han caído a la cuarta parte de los de una semana antes.

El hecho de que desde el lunes seis de cada diez vehículos particulares se hayan quedado aparcados o en el garaje ha permitido reducir el dióxido de nitrógeno (NO2) -el principal tóxico que lanzan los tubos de escape- en el aire de ambas ciudades entre el 70% y el 80% respecto a los registros previos al 11 y 12 de marzo, los días en que se iniciaron las limitaciones de movimientos, con el cierre de colegios, institutos y universidades y con el comienzo del teletrabajo en muchas oficinas y empresas, según los datos oficiales desvelados por Greenpeace.

Desplome histórico

La caída de NO2 es histórica. Los niveles de dióxido de nitrógeno en las calles de ambas capitales son de menos de la mitad que los registrados hace solo un mes y el año pasado. Si el desplome en los datos generales de polución es llamativo lo es más la reducción de los registros extremos. La estación madrileña que menos NO2 detectó este martes midió una caída del 84% con respecto a una semana antes.

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