Cada día, China se va quedado un poco más aislada del mundo. El miedo al coronavirus 2019-nCoV se extiende y, en consecuencia, crecen tanto el número de países que imponen restricciones a la entrada de quienes hayan estado en el gigante asiático como el de aerolíneas que suspenden servicios al Gran Dragón. Ayer, Hong Kong tomó una de las medidas más drásticas entre los gobiernos que evitan cerrar las fronteras a cal y canto: todos los viajeros procedentes de la China continental -también los propios residentes de la excolonia británica que regresen de allí- deberán ser sometidos a una cuarentena obligatoria de 14 días.

La jefa del Ejecutivo autonómico, Carrie Lam, invocó los poderes especiales que le otorga la Ordenanza para la Prevención y Control de Enfermedades y anunció que la medida entrará en vigor el próximo sábado, algo que ha decepcionado a quienes exigen el cierre total e inmediato de los puestos fronterizos aún operativos. «Anunciar el cierre con días de antelación solo provoca una avalancha de gente que puede estar infectada», se quejaba una enfermera. Parte del personal sanitario continúa con una huelga de cinco días para protestar por estas medidas que considera insuficientes, y en la ciudad se forman todos los días gigantescas colas de más de cinco horas para adquirir mascarillas.

Mientras tanto, en el puerto, 1.800 personas no pueden abandonar el crucero ‘World Dream’ porque en su interior viajaron tres pasajeros chinos que, una vez en tierra, dieron positivo en los tests que detectan el coronavirus de Wuhan. Algunos miembros de la tripulación sufren síntomas que podrían ser de la epidemia, así que las Autoridades han preferido sellar el buque. Y la misma decisión han tomado en Japón con otro crucero, el ‘Diamond Princess’, en el que viajan otras 3.700 personas. Diez de ellas están infectadas y han sido trasladadas a hospitales, pero el resto deberá permanecer encerrado hasta nuevo aviso.

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