“Si pudieras decidir que tu hijo fuera más alto, que tuviera un determinado color de ojos, o escoger el sexo, ¿lo harías?, ¿Y si fueras capaz de dotarle con el doble de memoria o duplicar su capacidad física?”. Con estas preguntas el catedrático de Ética de la universidad Ramon Llull Francesc Torralba, introduce algunas de las miles de dudas que presenta el transhumanismo. Un movimiento, en ocasiones descrito como filosofía, ideología, o utopía que tiene como objetivo final transformar la condición humana mediante el desarrollo y la fabricación de tecnologías que mejoren las capacidades humanas físicas, psicológicas e intelectuales.

Los transhumanistas defienden, en uno de los ocho puntos de su Manifiesto, el “derecho moral” de todo aquel que quiera utilizar la tecnología para ampliar sus capacidades mentales y físicas y para controlar el control sobre sus propias vidas. Esta posición, que como señalan algunos autores internacionales podría crear un “Homo aumentado”, no cuenta, según explica Torralba, con una legislación universal que frene esta evolución a dos velocidades, y reclama atención en este debate.

Uno de los analistas que reflexionó sobre el transhumanismo y que ahora recoge la obra “El transhumanisme sota la lupa” es el sociólogo y actual presidente del CIS, José Félix Tezanos. “¿Diseñaremos seres humanos que tengan la capacidad de vivir con más calidad de vida, de tener más inteligencia, mayor resistencia a la fatiga, mayor rapidez para resolver cualquier conflicto, para acumular más conocimientos? Probablemente ya tenemos muchas de las capacidades y conocimientos que nos permitirían hacerlo”, señala.

El sociólogo apunta las ideas de autores como Lee Silver que hablan de la futura creación de paraísos genéticos, lugares donde se harán tratamientos para gestar personas con genes “enriquecidos”. Dando como resultado la creación de una nueva clase social, la “genocracia”, como fruto de riqueza y genes. Tezanos apunta que en un “futuro posiblemente bastante próximo” será posible dotar a los hijos de este “enriquecimiento” genético.

El presidente del CIS apuesta a que las sociedades más civilizadas intentarán prohibir estas “aberraciones”, pero señala que en al actual mundo global todo está abierto y es posible.

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