Mira estas dos figuras:

¿Por qué algunas personas ven la A en rojo y la N en amarillo? Comprueba si eres sinestésico

Uno es Kiki y otro Bouba. La pregunta es: ¿cuál es cuál? Casi todo el mundo responde igual: el de la izquierda es Kiki y el otro Bouba. Parece obvio, como si no pudiese ser de otra manera. Pero ¿por qué? ¿No es extraño que todos coincidamos en esto? ¿Acaso una forma realmente tiene un nombre que le va más que otro? Es como si alguien tuviese cara de Carlos o de Ana o de Jorge.

Sucede que al pronunciar las vocales /o/ y /u/ los labios forman un círculo que se corresponde con la redondez de Bouba. En cambio, al pronunciar la /k/, el paladar se cierra, en un martillazo. Así, sin que nada de este razonamiento sea consciente, asociamos un sonido con la forma que toma la boca al pronunciarlo.

Lo de Kiki y Bouba es casi universal, pero otras asociaciones cambian con la cultura. Por ejemplo, en Europa y América solemos pensar los números en una línea, con los pequeños a la izquierda y los grandes a la derecha. ¿Porque no al revés? Pues porque así funciona la lectura, de izquierda a derecha. Los que han aprendido a leer en persa, donde se lee de derecha a izquierda, imaginan la línea numérica al revés. Y los japoneses ordenan su línea numérica mental de arriba abajo, tal como leen. Hay gente con arreglos más curiosos, algunos ubican los números en espirales, como si fuesen calendarios.

Algunas asociaciones son aún más curiosas. Cuando decimos “ya se viene Navidad”, ¿de dónde está viniendo? Este uso del lenguaje nos enseña que a veces relacionamos casi sin pensarlo el tiempo y el espacio, como si fuesen lo mismo. Y en nuestra cultura parece evidente que el futuro este delante y el pasado atrás. Pero no es así en todas las culturas. Por ejemplo, para los aimaras, en América del Sur, es exactamente al revés: el pasado esta delante, y el futuro detrás. Tan es así, que, en aimara, la palabra nayra significa pasado,

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