Insólita la imagen que presentaba hoy el Museo del Prado. El gentío y las colas que durante todo el año copan la explanada del recinto madrileño no se dejaban ver este miércoles. Tan solo tres o cuatro personas, dos de ellas ataviadas con mascarilla, se interesaban este mediodía por la entrada para el complejo museístico. Detrás del mostrador, unas manos enfundadas en guantes de látex, proporcionaban la entrada para la atípica visita. La joven era clara: «No lo había visto nunca tan vacío». Las recomendaciones del Gobierno y el temor al COVID-19 han hecho descender la afluencia a los museos madrileños.

En las inmediaciones de la pinacoteca, el responsable de que las colas no se desmadren y de solucionar las dudas que asaltan a los visitantes a su llegada, no tenía mucho trabajo. «Había visto algún día suelto con poca afluencia, pero no así», reconocía con cierta sorpresa. «Nos han recomendado no coger ninguno de los tickets con las manos y no acercarnos tanto a los visitantes», continuaba. El martes el museo anunciaba las medidas que iba a tomar para compatibilizar su apertura con el principio de salud pública de los visitantes. Entre ellas se encontraba la de limitar el aforo por debajo de 1.000 personas, 500 en horario de gratuidad (de 18:00 a 20:00 horas, de lunes a sábado, y de 17:00 a 19:00 horas, domingos). No será un problema. El jefe de Comunicación del museo, Carlos Chaguaceda, apuntaba hoy que en la hora punta se encontraban dentro del espacio 630 personas.

En otra de las caras del complejo, la del Paseo del Prado, dos trabajadores del museo, uno de ellos responsable de la seguridad, también se mostraban sorprendidos por la falta de visitas en un museo que hasta el momento opera con normalidad. «No tenemos a nadie teletrabajando», indicaban desde prensa.

Dentro del recinto sorprendía la tranquilidad y el eco que proporcionan sus altos techos y enormes pasillos y que,

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