La conferencia se celebra cada tres años para recaudar dinero de los Estados (sobre todo) y de algunas instituciones privadas y fundaciones filantrópicas y canalizarlo a programas de lucha contra las tres enfermedades en los países endémicos. El Fondo es la herramienta de las Naciones Unidas para conseguir una de las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible: terminar con estas tres pandemias en 2030.

Desde que se creó en 2002, calcula que ha salvado 32 millones de vidas y ha sido clave en los grandes éxitos de la salud global en los primeros tres lustros del siglo. Desde entonces, las muertes por sida se han reducido en un 56%, gracias sobre todo a los antirretrovirales; las causadas por malaria han descendido en un 46% con la combinación de redes antimosquitos, control de insectos y suministro de tratamientos; los fallecimientos por tuberculosis han bajado un 22%, en buena parte por los diagnósticos tempranos y los antibióticos.

Pero lo que parecía una caída imparable de las tres pandemias se ha frenado en los últimos dos o tres años. Como advertía la Fundación Bill y Melinda Gates en uno de sus informes, la inercia per sé no acabará con las enfermedades; los progresos se pueden revertir si el compromiso no se refuerza. Y esto ha sucedido: los países no han aumentado fondos, la resistencia a algunos medicamentos está complicando la lucha contra las infecciones y los conflictos hacen más difícil llegar y tratar a los pacientes.

Por eso, alcanzar la cifra de 14.000 millones, un 15% más de lo que se logró en la última conferencia de reposición, era clave para continuar el camino que se ha andado. Con el presidente Emmanuel Macron como anfitrión (el encuentro se ha celebrado en Lyon), el formato se parecía al de una telemaratón de recaudación de fondos para una causa benéfica. Pero los donantes no eran telespectadores, sino jefes de Estado y ministros de países de todo el mundo.

Algunos países no llegaron a ese incremento del 15% necesario.

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