María Elena García, de 63 años, atesora cuatro invitaciones. Cuatro boletos para el convite de Nochebuena organizado cada año por Mensajeros de la Paz, que se le antojan un recuerdo digno de conservar. El papel ha sobrevivido a varios traslados de pensión y supone, quizá, la reminiscencia de una vida anterior. Porque esta cena la anima, de nuevo, a pintarse los labios de rojo, recogerse el cabello con horquillas, lucir sus pendientes favoritos y celebrar estas fechas. A pesar de tenerlo todo en contra.

El evento se ha organizado otros años en el palacio de Cibeles o el Museo del Prado y su quinta edición tiene lugar en el Senado. Bajo la mirada de los artífices de la Transición, retratados por el pintor Hernán Cortés Moreno, 150 invitados dejan sus abrigos en el ropero de la entrada y desfilan por los pasillos de la Cámara alta hasta sentarse en el comedor. Algunos duermen en la calle, otros pagan una habitación con la Renta Mínima de Inserción (REMI) de 425 euros o viven en alguno de los pisos que oferta la asociación del padre Ángel, capellán de la parroquia de San Antón e impulsor de la iniciativa: “Estos días de frío oirán en muchos albergues que no hay sitio para ellos, por eso queremos hacerles un hueco en el Senado”, explica el sacerdote.

En la mesa contigua a la de María Elena se sienta Musa, un guineano de 27 años que llegó a la ciudad hace tan solo mes y medio. Aquí ha conocido poco techo, pero mucho suelo; el de las aceras y los recovecos donde se refugia para pasar la noche. Quería disfrutar de la cena con comodidad y se ha dado una ducha caliente en la casa de baños. No es el único: todos ellos han querido cuidar su aspecto. Y esperan expectantes el menú del chef con una estrella Michelín Rodrigo de la Calle. Los platos, anunciados en una carta individual, prometen ser un tratado de materia primera y sencillez.

Pero primero, con los comensales ya distribuidos por la sala,

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