Cuando un bebé presenta una coloración amarillenta en la piel nada más nacer, en ocasiones, deberá estar en una incubadora expuesto a la luz ultravioleta. Los padres no podrán tocarlo durante varias días, hasta que se solucione lo que le ocurre. El diagnóstico es claro: ictericia en el recién nacido.

La ictericia es bastante frecuente. Según la Asociación Española de Pediatría (AEPED), hasta un 60% de recién nacidos la sufren. Cuando aparece en las primeras 24 horas, la ictericia se considera patológica. Aunque, esto ocurre solo en un 6% de los bebés.

La ictericia en el recién nacido surge porque la bilirrubina, un pigmento natural que está presente en la sangre, sobrepasa los 5 mg/dL. ¿Solo tiene como consecuencia la coloración amarilla en la piel? La respuesta es «no». Esta reacción se produce debido a que el exceso de bilirrubina está destruyendo los glóbulos rojos, las células más numerosas de la sangre.

Las causas por las que se produce ictericia en el recién nacido son diversas. La AEPED nos informa sobre cuáles son las más comunes:

Como ya mencionamos, solo el 6% de los recién nacidos presentan ictericia dentro de las primeras 24 horas. El resto suelen hacerlo en días o semanas posteriores. Por eso, ante cualquier cambio en el color de la piel o los ojos, conviene acudir al pediatra para saber qué medidas se deben tomar.

Dependiendo del tipo de ictericia que presente el recién nacido el tratamiento será diferente. De hecho, en muchas ocasiones, si la ictericia es leve puede solo ser necesario un control médico. No obstante, existen tres tratamientos que suelen ser los más frecuentes.

El primero son los «baños de luz con lámparas de fototerapia», como indica la AEPED. Estas lámparas emiten luz ultravioleta que cambia la estructura de las moléculas de bilirrubina. Después, se eliminan junto con la orina o las heces. Un bebé con un diagnóstico patológico podría estar durante una semana sometido a este tratamiento antes de recibir el alta.

El segundo de los tratamientos es la inmunoglobulina endovenosa. Cuando existe una incompatibilidad sanguínea entre el bebé y la madre, la transfusión reduce los niveles de anticuerpos que el recién nacido tiene de su madre.

El tercero de los tratamientos es la exanguinotransfusión. Suele utilizarse en cuadros de ictericia grave y cuando el recién nacido no responde favorablemente a otras opciones.

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