No pueden esperar más, repiten los vecinos y trabajadores del centro de atención primaria (CAP) Raval Nord. El ambulatorio, antiguo dispensario antituberculosos del barrio, se cae a pedazos y no hay más tiritas para tapar las heridas de una infraestructura obsoleta que tiene 25 años. Tampoco hay tiempo ni paciencia para lidiar con la pugna política que se ha generado alrededor de la única alternativa viable, a ojos del Departamento de Salud, para emplazar un nuevo centro sanitario.

El gobierno de la alcaldesa Ada Colau ofreció a Salud la Capella de la Misericòrdia para construir el nuevo CAP y el Departamento dio el visto bueno. El problema es que esas instalaciones ya estaban cedidas al Macba para ampliar el museo. La disputa sigue abierta en el Consistorio y en la calle. Los vecinos alertan de que la situación del CAP es insostenible.

“A mí me da igual donde sea. Solo quiero un espacio para que se construya un CAP digno y ya”, zanja Anna Romagosa, directora del CAP. El centro tiene una población de referencia de 22.000 personas y recibe unas 165.000 visitas anuales. Los trabajadores llevan muchos años alertando del deterioro. Es visible desde la entrada: la pesada puerta inviable para que una persona en silla de ruedas acceda de forma autónoma, pasillos estrechos, humedades, goteras y consultas minúsculas. “Un hombre se le desplomó a una enfermera en la consulta y cuando fueron a buscar el carro de paradas cardíacas, no entraba por la puerta”, ejemplifica Romagosa.

Pero los profesionales no están solos en sus reclamos. Los vecinos se han posicionado a su lado y han montado una plataforma conjunta para reclamar que la Capella de la Misericòrdia acoja el CAP. A finales de enero entregaron al Ayuntamiento 6.500 firmas con esta demanda. “Está de derrumbe”, sentencia Mercè Cendra, vecina del barrio. “El CAP necesita ese cambio para estar en mejores condiciones. Lo necesita más que el Macba. La salud es primordial”, coinciden Alicia Farnos y Mari Carmen Hernández,

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