En los alrededores de ciertos festivales musicales no es raro ver un reguero de globos de colores vacíos y cartuchos metálicos. Atestiguan una fiesta de risa y mareo, de colocón rápido y fugaz, de droga barata y legal. Son los restos que dejan los consumidores de óxido nitroso, una sustancia empleada en farmacia y repostería cuyo uso recreativo están comenzando a prohibir algunos países de Europa, pero que en España solo asoma muy tímidamente.

Es el gas de la risa, un fluido cuyas propiedades analgésicas e hilarantes descubrió en el siglo XIX el dentista Horacio Wells. Observó cómo, tras su consumo, un individuo sufría un ataque de risa y un importante traumatismo sin mostrar señales de dolor. En ese momento la sustancia comenzó dos caminos: como anestésico en clínicas odontológicas —y como coadyuvante para algunos medicamentos— y como psicotrópico en contextos lúdicos.

Como droga recreativa es la séptima más usada del mundo, según la Global Drug Survey, una encuesta global que se hace cada año a través de Internet entre decenas de miles de consumidores. Aunque es mucho más segura que otras su consumo comienza a preocupar en los países en los que tiene más éxito: Alemania, Reino Unido, Holanda… El Gobierno de Países Bajos anunció a principios de diciembre que prohibiría su uso recreativo y que lo introducirá en su lista de sustancias ilegales; y, este mismo mes, el Senado francés ha aprobado una propuesta de ley para prohibir su venta a menores, ante la alarma que generaron algunos casos de trastornos neurológicos por su inhalación.

En España es una sustancia legal, cuyos cartuchos se pueden comprar por menos de un euro. Aunque la policía se incauta de pequeñas cantidades de vez en cuando, puesto que su venta para el consumo humano está considerada un delito contra la salud pública, su uso es anecdótico. Entre los usuarios habituales de sustancias psicoactivas que responden a la Global Drug Survey (se puede completar en línea) su prevalencia fue de un 2,5% y de un 4% respectivamente en 2017 y 2018.

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