Un hombre de 85,7 años y con patologías previas. Este es el perfil medio de las víctimas mortales que se ha cobrado la epidemia del COVID-19 en España desde que comenzaron los diagnósticos hace tres semanas. Un perfil muy similar al que se ha producido en otros países, salvo excepciones como el doctor Li Weliang. El médico chino que alertó en diciembre a las autoridades de la presencia de un nuevo coronavirus, y que entonces fue castigado por las autoridades locales por difundir ‘falsos rumores’, murió a los 33 años víctima de la enfermedad a la que estuvo expuesto mientras atendía a los pacientes del virus.

La mortalidad de la epidemia, que la Organización Mundial de la Salud (OMS), estudia categorizar ya como pandemia, crece con la edad. A partir de los 80 años, la tasa de letalidad (proporción de fallecidos por una enfermedad entre los afectados de la misma) asciende hasta el 14,7% de los casos; en el lado contrario, la tasa entre los menores de nueve años es casi cero. Según los expertos, los más pequeños de la casa pueden contagiarse, aunque los síntomas son tan leves que muchos no lo notan. En España, una niña de cuatro años con el virus apenas tenía tos.

En España, los fallecidos se encuentran entre los 69 y los 99 años. El más joven, la primera víctima, fue un valenciano que había viajado a Nepal y que se sintió mal al volver a casa. Padecía una neumonía de origen desconocido. Tras fallecer el 13 de febrero, las pruebas ‘post mortem’ detectaron la presencia de virus. El fallecido de más edad fue una madrileña de 99 años, la primera víctima mortal de la Comunidad de Madrid y la tercera en el país. Perdió la vida el 3 de marzo en el hospital Gregorio Marañón.

El doble de hombres

Además de Madrid y Valencia, los muertos se han concentrado,

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