En 2016 se generaron en el mundo 44,7 millones de toneladas de residuos eléctricos y electrónicos (RAEE). Una chatarra que equivale al peso de nueve pirámides de Guiza, y que es suficiente para cubrir la isla de Manhattan, según el informe Global E-Waste Monitor 2017 de la Universidad de Naciones Unidas. En España, cada ciudadano genera 20 kilos de estos residuos anualmente (un 17% más que hace cuatro años). Mundialmente, solo el 20% de ellos se procesa adecuadamente, a pesar de contener materiales tan valiosos como oro, plata, cobre, platino o paladio.

“Se calcula que los materiales recuperables en los RAEE tienen un valor de 48.000 millones de euros”, sostiene Andreu Vilà, director general de Ecotic, entidad constituida por algunas de las empresas del sector de la electrónica de consumo y dedicada a la correcta gestión de estos residuos. La magnitud de la cifra (por encima del PIB de Canarias, por ejemplo) revela el impacto que tiene sobre el medio ambiente. Un dato más: una batería de níquel-cadmio de un teléfono móvil es suficiente para contaminar 50.000 litros de agua.

El móvil es una mina de metales… reciclables

¿Quiere saber dónde se ubican los distintos materiales que componen un móvil? Pinche en cada elemento de la ilustración para averiguarlo. 

Fuente: Elaboración propia con información de MEC Mining

De hecho, los móviles y sus baterías son un ejemplo paradigmático de recuperación y reutilización de elementos. Estas últimas se someten a distintos procedimientos para obtener metales férricos y no férricos, plástico o papel y, mediante un proceso hidrometalúrgico, se recupera níquel, aluminio, litio, cobalto, cadmio o titanio. El resto de componentes de los teléfonos se tritura para obtener fracciones de plástico, aluminio, cobre, estaño o zinc. También se encuentran en pequeñas cantidades metales preciosos como el oro, el paladio o el coltán, igualmente recuperables.

¿Dónde depositarlos?

Por ello, cómo y dónde se reciclan estos aparatos es clave. Pero más importante aún es que no se queden en casa: se estima que hay hasta cuatro aparatos eléctricos o electrónicos en desuso por habitante.

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