En vacaciones es común darse un lujo (o dos, o tres…) y pegarse un buen atracón de, por ejemplo, la comida típica de nuestra tierra a la que regresamos en verano o de las especialidades gastronómicas del lugar al que viajamos. Sin embargo, la ciencia dice que, por salud, quizás no deberíamos tampoco hacer de ello una costumbre.

La razón de esto es que, cuando nos llenamos mucho, llega un punto en el que ya no estamos comiendo por hambre (entendiendo como tal la sensación corporal que nos informa de que necesitamos proporcionar alimento al cuerpo para funcionar correctamente) sino por ‘hambre emocional’ o gula.

De hecho, existen estudios que han demostrado que en realidad el hambre cesa al cabo de un cierto tiempo después de empezar a comer (lo que se explica porque el hambre viene regulada por unas hormonas liberadas en el torrente sanguíneo y no directamente porque el sistema digestivo esté vacío), al margen de si en ese periodo ingerimos más o menos.

En cualquier caso, comer de más provoca una serie de efectos negativos en nuestro cuerpo, especialmente si le acostumbramos a ello. Por ejemplo, causa que el sistema digestivo tenga que realizar un gran esfuerzo para realizar la digestión, por lo que gasta más energía en ello y tiene menos disponible para otras actividades.

 » Leer más