Sentado en la acera de la avenida 5 de San José, en plena zona roja de la capital de Costa Rica, Roberto Baca, dice que recuerda a otros indigentes que apodaban Pato y Rasta. Quedaron tendidos en el suelo después de beber alguno de los licores que compraban a 1.000 colones (1,7 dólares) el litro y que en estas dos semanas ha reconocido en fotografías de los periódicos como causantes de la muerte de 20 personas desde junio. No sabe, advierte, si ellos se levantaron por su cuenta, murieron o son parte de los 25 que fueron hospitalizados, de los que permanecen muy graves o los que sufrirán secuelas de por vida.

“Yo por eso tomo solo alcohol de 90 grados, para no exponerme a esas cochinadas: lo probé dos veces y en las dos me quedé ciego por varios días. Ahora vea lo que pasó, algo muy grave”, cuenta Baca. No le sorprenden, dice, los efectos letales de ese guaro (licor, en Costa Rica), pero se alegra de que todo el país sepa lo que pasa “en los bajos mundos”. “Para que conozcan el peligro al que nos exponen esas marcas a nosotros, los adictos de la calle”, remata.

Baca habla de los licores de siete marcas que mantienen en alerta al Ministerio de Salud del país centroamericano, conocido por tener un sistema normativo habitualmente eficaz. Han detectado que estaban adulteradas con metanol, un disolvente apto para tratar pinturas o fabricar plásticos, pero altamente venenoso para el cuerpo de quien lo consume, incluso si es en dosis pequeñas. De ahí que ya haya hasta 45 intoxicados contabilizados, aunque las autoridades no descartan que esa cifra provisional aumente en los próximos días. Lo complicado, subraya una mujer policía, es que no todos reportan síntomas de intoxicación porque al menos en esta zona muchos se pasan intoxicados día y noche. También hay reportes de víctimas en otros centros urbanos de la provincia de Cartago (centro-este) y Limón (costa caribeña).

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