Hace 10 años, María Alejandra Huertas, que ahora tiene 41, empezó a tomar hormonas para que su cuerpo corresponda con su identidad de género: el de una mujer transexual. “En el médico ya no voy a tener que explicar por qué mi nombre no se corresponde con el de la tarjeta”, explica Huertas enseñando el documento identificativo. Huertas ha sido una de las primeras 50 personas que ha podido cambiar el nombre que aparece en la tarjeta sanitaria por su nombre que ella ha elegido, ya que Ley de Identidad y Expresión de Género e Igualdad Social y no Discriminación, más conocida como la Ley Trans, recoge que las administraciones públicas de la Comunidad de Madrid deberán adoptar todas las medidas para asegurar que las personas deben ser tratadas de acuerdo a su identidad de género.

Esta normativa permite la modificación en documentos de identificación expedidos por la Administración regional para favorecer a este colectivo. En estas nuevas tarjetas figura exclusivamente el nombre sentido de la persona y los apellidos. “Es una excelente noticia y un gran paso adelante. Ahora lo que necesitamos es implementar la Ley Trans en su totalidad. A pesar de llevar casi tres años aprobada, sufre un gran retraso en su desarrollo”, dice Rubén López, al frente del observatorio madrileño contra la LGTBfobia.

Huertas estudió toda su vida en un colegio masculino en su ciudad natal, Bogotá, en Colombia. “Desde que estaba en el colegio me preguntaba, por qué yo no podía estar en un colegio femenino”, recuerda. Un día iba caminando por la calle y se encontró con una bolsa de sujetadores. Después de pensarlo uno minutos decidió llevársela a su casa. “Pensaba que así por fin podía ser una mujer”.

Pasaron los años y después de que su familia la llevará a psicólogos, psiquiatras y hasta a un vidente para que fuera como sus hermanos, fue una psicóloga quien le dijo que podía ser quien ella sentía que era. No volvió a pisar una consulta. Esas palabras quedaron retumbando en la cabeza de Huertas y le dieron ánimo para graduarse como arquitecta de la Universidad Piloto de Colombia y decir irse a vivir a España con la excusa de hacer un máster en Arquitectura de interiores en la Universidad Politécnica.

 » Más información en elpais.es