Imaginar a un adulto desplazarse a cuatro patas puede parecer algo ridículo. Desde muy temprano en nuestras vidas dejamos el gateo —algunos ni siquiera lo empiezan— para ponernos de pie y —más o menos torpemente— empezar a caminar erguidos. Sin embargo, el gateo no es una forma de moverse exclusiva de los bebés, se ha utilizado siempre en deportes de élite y recientemente se ha incorporado a entrenamientos de moda. Y, por si fuera poco, algunos especialistas en fisioterapia consideran que hacerlo ayuda a recuperar la flexibilidad y agilidad que perdemos desde que nos ponemos de pie y con el sedentario ritmo de vida que llevamos hoy en día.

Ligado a numerosos deportes como el yudo y la lucha olímpica, donde saber desplazarse con agilidad por el suelo es fundamental para los combates, el gateo se ha abierto hueco en los entrenamientos intervalicos de alta intensidad (HIIT, por sus siglas en inglés). Ejemplo de ello, como contamos en BUENAVIDA, es la rutina de sentadillas imposibles que permiten que el actor Chris Hemsworth consiga la fortaleza y la agilidad que exige su personaje, Thor.

Denominado como «el gateo del oso», este ejercicio consiste en apoyase sobre las manos y las puntas de los pies, y desplazarse lo más rápido posible de un punto a otro, aunque existen infinidad de variaciones: se puede hacer con la cadera más o menos alta, intentando tocar los codos con las rodillas contrarias, moviéndose de forma lateral (como un cangrejo), manteniendo cabeza y espalda a la misma altura e intentar caminar como un cocodrilo) o introduciendo sentadillas en el ejercicio, como hace el superhéroe de Marvel.

Con tal variedad de opciones, el gateo no tiene nada que envidiar a una máquina de gimnasio. Al practicarlo la magia del HIIT hace su efecto: el corazón se pone a mil y el cuerpo trabaja cada uno de sus músculos tanto de forma isotónica (dinámica) o isométrica (estática), explica Victoria Quiñones, fisioterapeuta de la Clínica Avanfi. «Se activa el core,

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