Un agricultor muestra almendras recolectadas en Quel (La Rioja), durante la última campaña. David Silverman/Getty Images/CEBAS

Hace tres años, en toda España ocurrió un extraño fenómeno que pasó desapercibido para muchos ciudadanos. «Los bares dejaron de poner almendras y empezaron a servir cacahuetes», resume el biólogo Federico Dicenta. En el país con más hectáreas de almendros del mundo no había almendras. Su precio se multiplicó por cinco hasta llegar a los 10 euros por kilo en el campo. “Los turroneros empezaron a usar maíz o trigo inflado”, prosigue Dicenta. Comenzaba “el boom de la almendra”.

“Los fondos de inversión han comprado fincas muy grandes. Se meten en la almendra como se metieron en la vivienda”, explica Dicenta, del Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura (CSIC), en Murcia. “Una empresa privada tiene una finca de 400 hectáreas de almendros en Ciudad Real. Creo que es la más grande del mundo”, sostiene el biólogo. Para hacerse una idea del tamaño, el Principado de Mónaco cubre 200 hectáreas.

Hace tres años, el precio de la almendra se multiplicó por cinco hasta llegar a los 10 euros por kilo

El equipo de Dicenta creó en 2007 una nueva variedad de almendro, bautizada Penta y capaz de resistir a las heladas gracias a su floración muy tardía. Solo el año pasado, los agricultores plantaron más de un millón de estos árboles en España. Hoy, el laboratorio murciano publica en la revista Science otro avance que puede ser vital para el futuro del almendro: el genoma completo de la especie.

Los científicos han observado que, hace más de 10.000 años, una mutación permitió que los almendros silvestres —amargos y tóxicos— se convirtieran en dulces y comestibles. La selección humana hizo el resto. Aquellos almendros mutados se expandieron por la ruta de la seda desde su origen en el sudoeste de Asia. Y, tras la llegada de Cristóbal Colón a América en 1492, los almendros cruzaron el Atlántico. Hoy, California es el mayor productor del planeta.

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