Llevamos más de dos meses en una situación de casi total confinamiento en nuestros hogares, solos o con nuestra familia más cercana. Todo esto sin preparación previa.

Nuestro día a día ha cambiado drásticamente. Trabajamos online, por teléfono, o simplemente hemos dejado de hacerlo. El espacio en el cual nos movemos se ha reducido considerablemente. Las salidas al exterior son inexistentes, o casi. Salimos a comprar alimentos de vez en cuando, a pasear a nuestras mascotas, a un paseo breve con los niños, y poca cosa más.

En una situación particular como la que vivimos, nuestro cuerpo puede llegar a resentirse. La inactividad, la falta de movimiento, puede llegar a hacer mella en nuestro organismo. ¿Qué hacer en un momento como este? ¿Cómo podemos mantenernos mínimamente en forma?

Controlar las comidas

En primer lugar, hay que tener en cuenta que el cambio de situación y la reclusión en los hogares puede llegar a producir sensaciones distintas a las habituales como decaimiento y aburrimiento. En estas situaciones, tendemos a hacer visitas más frecuentes a la cocina y a la nevera. Comer aligera la ansiedad.

Por eso, una de las primeras cosas a tener en cuenta sería el pautar qué comemos y cuándo. Establecer horarios de comidas (desayuno, almuerzo, cena…) e intentar seguirlos sin picar entre horas. En momentos como el actual, quemamos menos calorías que de costumbre, y un exceso de comida menos sana (aperitivos, precocinados y alimentos calóricos) en estos días puede ser difícil de eliminar y hacer que nos sintamos peor.

Intentemos, dentro de lo posible, comer alimentos frescos, cocinados en casa. Si puede ser, ligeros y saludables (verduras y frutas en abundancia; pescados, si es posible; menos carnes, a la plancha, y menos embutidos; menos alcohol; menos dulces). Esto no quiere decir que no nos demos un capricho ocasional de vez en cuando. Hacerlo es bueno para nuestro estado anímico e,

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