Demi Moore no se ha andado con rodeos. Su libro de memorias, Inside Out –que nada más publicarse se ha alzado a los primeros puestos de ventas en Amazon–, es un testimonio descarnado de altibajos vitales. La actriz, de 56 años, revela adicciones, abusos y mentiras sin paños calientes. Con una prosa depurada y por orden cronológico, la protagonista de Ghost o Margin call recorre los episodios más decisivos y lacerantes de su formación personal. Desde la hospitalización infantil por una dolencia en el riñón hasta su última pérdida de consciencia por un combinado de drogas. El interrogante que desencadena la acción al inicio es un implacable “¿Cómo he llegado hasta aquí?”. A raíz de esa pregunta, Moore libera sus demonios. Quien alcanzó el firmamento de Hollywood en los noventa muestra la oscuridad tras el brillo, el interior hueco de la cáscara.

“He hecho muchas cosas en 50 años, pero casi no he experimentado”, apunta en el prólogo. Esa idea de encadenar sin respiro un proyecto tras otro se codea con lo que realmente sentía: la angustia de una pista interminable. “Después de pasarme todo el tiempo corriendo, he decidido enfrentarme a mí misma”, señala. A punto de cumplir medio siglo de vida, la situación era crítica: había perdido recientemente a su madre por un cáncer, su carrera artística se había desmoronado, su prole le daba de lado y le asaltaba voraz el remordimiento por el consumo de alcohol y otros estupefacientes. “La mansión donde me casé está vacía. Mi marido me ha engañado y no quiere luchar por la relación y mis hijas no me hablan: ni felicitaciones de cumpleaños, ni mensajes por Navidad”, lanza nada más arrancar el libro.

Este trayecto retrospectivo está plagado de mudanzas, de escarceos con chicos, de incertidumbres académicas y profesionales. “No pude ver que —siendo alguien sin ningún tipo de anclaje o guía, sin sentido del valor o que se contorsionaría con tal de cumplir las expectativas de cualquiera— me convertía en una presa fácil para un depredador.

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