Si la enfermedad de un familiar siempre es un trago difícil de asimilar, cuando ésta viene asociada a la necesidad de ofrecerle unos cuidados constantes y de modificar el rol de alguno de sus miembros para adaptarse a la nueva situación puede traer consigo un desorden añadido que se conoce como el síndrome del cuidador.

Se denomina de esta manera al trastorno que se suele dar en personas que desempeñan el papel de cuidador principal de otra persona dependiente. Una alteración del estado físico y mental del que cuida que se origina, fundamentalmente, porque esa persona asume de pronto una situación para la que no estaba preparada de antemano, que consume todo o casi todo su tiempo y energía y que produce un estado de estrés continuado al tener que enfrentarse diariamente a la enfermedad o situación de dependencia de su ser querido.

En España son mayoritariamente las mujeres quienes han asumido ese papel dentro del núcleo familiar. Según cifras aportadas por la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) el 89% de los cuidadores en nuestro país son mujeres, la mayoría cónyuges e hijas, con edades comprendidas entre los 45 y los 65 años. Por otro lado, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en España hay casi 9 millones de personas con más de 65 años (el 6,1% octogenarios) a los que habría que añadir los casi tres millones de personas que tienen reconocida la situación de discapacidad.

El INE confirma también que la persona que suele cuidar de hombres mayores que necesitan ayuda son sus cónyuges (38,8%) seguidas de sus hijas (21,7%). Mientras que en el caso de las mujeres mayores que necesitan ayuda son las hijas (35,4%) las que se hacen cargo de sus cuidados seguidas de otros familiares y amigos (13,3%). Con respecto a las personas con discapacidad, 3 de cada cuatro cuidadores son mujeres, una cifra que aumenta hasta el 85% en el caso de la personas en situación de dependencia.

Es habitual que, según avanza el tiempo, el cuidador vaya manifestando ciertos patrones de conducta que se repiten en la mayoría de los casos: al responsabilizarse por completo del enfermo o dependiente (visitas médicas, higiene, alimentación, medicación…) deja aparcada su propia vida personal (cuidar de otro ya no le deja tiempo ni para el ocio ni para sus aficiones y amigos y trastoca su mundo anterior) lo que acaba por afectarle física y psíquicamente.

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