En ausencia de vacunas y retrovirales, la única forma posible de controlar una pandemia como la actual consiste en coordinar esfuerzos de contención global entre los diferentes países y la ciudadanía para ralentizar la propagación del virus. Así se da un poco de ventaja a los sistemas sanitarios nacionales.

En este sentido, China ha implementado una impresionante estrategia de contención basada en el big data: un sofisticado sistema de vigilancia ciudadana, que incluye una red de cámaras en lugares públicos, software de reconocimiento facial y ejércitos de drones.

La tecnología permite al gobierno hacer un seguimiento estricto de los individuos gracias a la geolocalización de los móviles y al cruce masivo de datos privados y su análisis.

La monitorización masiva de China

En China toman la temperatura a las personas por la calle y saben dónde están en cada momento y si han viajado cerca de algún infectado en el tren (en cuyo caso van a buscarles a casa). Es más, cuando piden una hamburguesa, viene anotado el nombre del cocinero que la preparó, asegurando asimismo que su temperatura corporal está por debajo de los 37,3 ºC.

Todo esto es muy interesante desde el punto de vista del big data y a la hora de construir modelos predictivos de propagación de una epidemia. Pero la infraestructura necesaria y el grado de violación de la intimidad son tales que su implementación en países democráticos es impensable.

La falta de transparencia de China al principio de la epidemia y su gestión por parte de la OMS han sido duramente criticadas tanto por occidentales residentes en el país asiático como por expertos de la talla de Peter Piot (descubridor del virus del ébola).

Los ciudadanos chinos más críticos con el régimen opinan que la máxima prioridad de las autoridades es el control y manipulación de la información, y el acallamiento de críticas.

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