Maite no ha tenido buen sexo prácticamente nunca. Lo suyo no es una cuestión moral, tampoco religiosa, es algo tan sencillo como que ve las estrellas cada vez que lo intenta. Al principio pensó que sería un tema de lubricación, así que acompañó todos sus polvos de surtidos varios de esta mercancía. Entonces conseguía que el pene entrara sin problema, pero era llegar dentro y, literalmente, morirse del dolor. Da igual cómo estuviera y dónde se pusiera. Tenerlo dentro implica dolor. Primero, cambiaban de postura: de la del misionero a la del perrito, de esa a ponerse de lado. Venga lubricante de todos los sabores y colores. Daba igual. Duele. Duele mucho. A Maite le diagnosticaron dispaurenia después de un par de consultas, pero hasta que no ha hecho gimnasia vaginal no ha dejado de sufrir con sus relaciones sexuales. Con lo que todo eso conlleva.

El machaque no ha sido solo físico. La sensación de dolor era tan real como para dejar de intentarlo. Al final sus relaciones jamás eran todo lo buenas que le apetecía. Aprendió todo lo que le hizo falta en sexo no coital y se siente a la perfección con su actual pareja, pero, como a todas, a veces le apetece que el sexo sea de lo más convencional: «Nos inventamos de todo. Nos hicimos expertos en sexo tántrico para alcanzar el orgasmo sin penetración. Pusimos especial énfasis en el sexo oral. Nos deleitamos con masajes y cuidados de todo tipo, pero (suelta una carcajada antes de seguir hablando por teléfono) yo echaba de menos que me la metieran. «Hasta que Maite no tuvo esta pareja que ha entendido que hay un problema, su vida está plagada de hombres que la tachaban de «frígida» o que no entendían que no pudiera tener penetración de ninguna de las maneras.

La musculatura vaginal es la responsable de que una de cada diez mujeres sienta dolor al tener relaciones sexuales con coito. «El dolor en la vagina sucede por un mal funcionamiento muscular, ya sea por debilidad o por hipertono», explica la fisioterapeuta sexual Marta Torrón.

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